Scars remind us that despite the adversities we got up and walked

Nacida en las sombrías calles de Londres Arabelle fue una niña normal y corriente, al menos al principio. Creció en un hogar muy simple con padres pluriempleados pero quedó huérfana a la temprana edad de seis años. Recuerda bien aquella noche en la que unos desconocidos entraron a la fuerza en su casa. Recuerda el vano intento de su padre por defender a su familia, el sonido del primer disparo rasgando el aire, la sangre manchando el suelo, su madre siendo violada frente a sus ojos, el débil cuerpo de su hermana pequeña siendo aplastado sin piedad... todo mientras ella permanecía escondida en un armario, con las manos en la boca para no gritar y los ojos inundados de lágrimas. Recuerda el fuego propagándose desde el sofá, las llamas acariciándole las mejillas.... y el beso envuelto en sangre, lágrimas y plegarias que su madre le dio después de romperse la mano y el brazo para desatrancar la ventana y poder lanzarla por ella. Aterrizó sobre un contenedor de basura a tiempo de ver y escuchar cómo la cocina explotaba. Aún recuerda los gritos y los llantos, aún tiene el férreo sabor de la sangre anclado en el alma.

Los bomberos la encontraron esa misma noche, malherida, sucia e inconsciente. Despertó unos días después en el hospital y desde entonces quedó bajo la tutela de los servicios sociales al no tener más familiares que pudieran hacerse cargo de ella. Estuvo dando tumbos de orfanato en orfanato sin rumbo ni destino fijo. Ya por aquel entonces había sido una niña seria y con dificultad para hacer amigos, pero la muerte de sus padres y su hermana la dejó marcada, tanto que se volvió una niña rebelde, desobediente y problemática incapaz de obedecer, una niña que siempre se metía en líos y peleas, una niña que estaba día sí día también plagada de heridas y golpes.

Incapaces de controlarla las educadoras del orfanato la mandaron a un reformatorio en Liverpool, pero como siempre se las apañaba para causar estropicio y escaparse no les quedó más opción que enviarla a un reformatorio católico (algo totalmente inusual en Inglaterra) ubicado en Londres. Fue un infierno para ella, y cuando logró escapar tras cuatro años encerrada se vio perdida, sin hogar ni dinero ni futuro. Se vio obligada a buscarse la vida, a hacer lo necesario para sobrevivir y finalmente logró recuperar sus estudios tras conseguir algo de dinero en múltiples y pequeños chanchullos y encargos que hacía a la gente con la que se encontraba. Aprovechó su ágil mente, su gran inteligencia y su facilidad para aprender para incluso lograr adelantarse un par de años al resto de jóvenes de su edad y conseguir al menos una educación básica. Actualmente trabaja como camarera en el casino, habitualmente en la zona del escenario. No es un gran trabajo, pero al menos le permite tener un pequeño piso y el dinero necesario para sobrevivir.